“Mi viaje hacia los 50 y 42K”

Autora: Nivia I. Ortiz Méndez

Fue en mi cumpleaños 49 cuando empecé a pensar en la idea de correr un maratón (26.2 millas). Tres meses más tarde, finalmente decidí que ese sería el regalo que me haría para la celebrar mi cumpleaños número 50. Buscando un lugar donde pudiera combinar mi carrera con una actividad de verano en familia, encontré el “Gold Coast Marathon” en Australia, el cual contaba con excelentes críticas y no requería tiempo de clasificación. ¡Tan pronto como se abrió el registro, me inscribí!

Empecé el entrenamiento corriendo un promedio de tres millas en mi pueblo de Cabo Rojo. Recuerdo que ese primer sábado de entrenamiento mis piernas casi las arrastraba, y mi cuerpo era lento a consecuencia de horas que había trabajado ese día. Entonces entendí que había asumido el mayor desafío “físico” de mi vida, pero sabía que correr 42K en Australia, cruzar “Surfers Paradise” y otras hermosas y pintorescas áreas del Pacífico como escenario, valdría cada paso del esfuerzo.

El régimen de entrenamiento por 10 meses fue riguroso. Creé mi propio plan con la ayuda un entrenador en línea (Jason Fitzgerald). Junto a este trabajé aspectos tales como la nutrición y la parte mental. Asimismo, incorporé muchos consejos de entrenadores personales, ex corredores, e instructores de yoga, entre otros. Además, leí diversos libros durante ese período, sin embargo, hay cuatro que realmente puedo volver a leer: “Injury Prevention for Runners” por Jason Fitzgerald; Endure: Mind, Body, and the Curiously Elastic Limits of Human Performance de Alex Hutchinson; 26 Maratones de Meb Keflezighi; y el Quinto Acuerdo de Don Miguel Ruiz y Don José Ruiz. Esas siguen siendo mis referencias hoy día.

El entrenamiento se convirtió en un estilo de vida. Temprano en las noches en la cama o en casa, igualmente cuando viajaba. Muy poca vida social, y los entrenamientos increíblemente tempranos en la mañana fueron mis rutinas diarias hasta que se convirtieron en hábito. También exigía sacrificios a mi dieta y a mi familia.


Mis zapatillas de correr se convirtieron en mis compañeras fieles e independientemente de dónde viajara por trabajo o por placer, allí corría. No obstante, la mayoría de las veces entrenaba por las rutas de Cabo Rojo y sus playas. Esto lo hice durante al menos 10 meses.

Una anécdota fue que tres semanas antes de la carrera, estaba en mi pueblo haciendo una de mis últimas carreras duras antes de comenzar mi período de carreras livianas. Una mujer, que se distrajo con el teléfono celular mientras conducía, casi me golpea y después de saltar por encima de la valla de la carretera, mi cadera izquierda sufrió una desalineación que causó mucho dolor más tarde. No me di cuenta en ese momento y sólo dije: Gracias a Dios estoy viva, y seguí corriendo 3 millas más para terminar mi entrenamiento. A la mañana siguiente, apenas podía caminar. No obstante, gracias a la ayuda de una fisioterapeuta pude mantener el entrenamiento hasta el final. En mi última carrera larga correspondiente a 20 millas el sábado siguiente, tuve que caminar y correr. Sin embargo, completé la meta de distancia para el día y ese logro me preparó para lo que el “Gold Coast Marathon” pronto exigiría.

¡La vida es un viaje! Volando hacia Australia…

Luego de 11,664 millas de distancia desde casa, dos días viajando más 14 horas adelante en el tiempo con relación a Puerto Rico y finalmente llegué a Gold Coast.


Ya en Australia. Mi corazón palpitaba. Fui directamente al hotel para dejar mi equipaje y luego al Centro de Convenciones para recoger mi paquete de participante con mi hija de 14 años, quien también se estaba preparando para correr una carrera juvenil de 4K en este evento. Todo salió bien y el resto de los dos días antes de la carrera, hice todo lo posible para nutrirme, hacer carreras livianas y descansar.

¡Llegó el día de la carrera! Todavía era temporada de invierno en Gold Coast. La temperatura estaba por debajo de 50 grados y era un día lluvioso. Se escuchó el disparo, habían más de 6,000 personas alrededor, y vi a mi hija y mi esposo que me miraban tan orgullosos detrás de aquella verja donde estaban los espectadores. Todo esto me hizo olvidar el clima frío y comenzar mi carrera. Corrí sola la mayor parte del tiempo, naturalmente, con muchos ángeles cuidándome en el camino.

Durante gran parte del evento corrí con lluvia. Sin embargo, me sentía muy bien mental y físicamente. Cerca de la marca de 24 kilómetros (15 millas aprox.) después de promediar un ritmo de carrera de 12 mph, sentí un dolor raro en mi hueso de la tibia, un poco más abajo de mi rodilla izquierda. Me di cuenta de mi primer error, mi ritmo promedio de larga distancia durante las prácticas era de 13.5 mph. Pero seguí adelante. ¡Esta era una ruta fácil y en general había buena temperatura por lo que me habían dicho! Sin embargo, la lluvia comenzó a molestarme de nuevo, miré mi Garmin y cuando miré hacia arriba, había una dama sosteniendo un letrero “motivacional” que decía: “Sigue corriendo, yo detengo tu Garmin si te mueres”. Después de una gran risotada, de repente mi cerebro cambió a centrarse en la razón para estar allí, ¡para completar 26.2 millas sin lesiones y el verdadero propósito detrás de eso!

Acercándome al final de la carrera, que era 6 millas (10K) más por recorrer, vi la bandera puertorriqueña desde la distancia, y mi corazón comenzó a latir muy fuerte. Pensé, finalmente, ¡voy a ver a alguien más de mi país en esa parte del mundo tan remota y debo lucir fuerte! No podía ver a la persona que la sostenía, pero con una voz muy fuerte alguien gritó: “Dale Niviaaaa”, para darme cuenta de que era mi esposo y mi hija allí apoyándome. ¡Otra gran risotada me hizo avanzar en esa parte del camino!

Después de otra milla, bajé el ritmo nuevamente y puse atención a mi meta y no al tiempo. Sabía que ya casi había terminado. El trabajo que había puesto en entrenar había rendido fruto. ¡Crucé la línea de meta dibujando una gran sonrisa en mi cara! Es un momento que permanecerá conmigo para siempre. Llena de orgullo por lograr mi meta sin lesiones, y por ser fiel a mí misma en este inigualable viaje.
Lecciones aprendidas:

  • Haz que el entrenamiento sea tu prioridad, hasta que se convierta en tu hábito.
  • La carrera es la celebración del entrenamiento.
  • La familia, los mejores animadores. ¡Te mantendrán sobre el camino a cualquier edad!
  • Entrena para tu propia misión. ¡Nunca te rindas!
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